Primer encuentro [Emma Strallen]

Otoño, una estación de transición a invierno, pero, a pesar de que llevaba a una época de mucho frío, era una estación hermosa, era muy colorida, los árboles se vestían de colores preciosos, colores muy cálidos, lo que le daba cierta contradicción al clima. El viento botaba las hojas y el suelo se transformaba en una prolongación de las copas de los árboles. Había montoneras de ellas por algunos lugares y los más pequeños jugaban saltando sobre esos cerros formados por las personas que limpiaban los parques y las calles.

Ese día de finales de semana Hunter se abrigó un poco se ajustó el parche, el pelo sobre éste y salió rumbo al parque a caminar, quería descansar su mente, respirar un poco del aire urbano purificado por los árboles y escapar un poco de sus compañeros de academia, que, con tanto bullicio, le causaban dolores de cabeza, esa semana anduvo un poco irritable, estuvo explotando su habilidad para poder dominarla luego, no quería problemas por mirar a la gente a los ojos. Lo estaba haciendo bien, había sido felicitado en un par de ocasiones y había ido a enfermería una vez porque había perdido el conocimiento, en total su semana no había sido tan buena, mas ese día, saliendo por las puertas de la academia su cuerpo y su mente comenzaban a entrar en una especie de relajo.

Una vez en el parque se dio a la terea de mirar la extensión colorida de vegetación, no pudo evitar sonreír y suspiro mientras seguía con su caminata lenta. Miró a su alrededor y se quitó el parche, lo guardó en su bolsillo y continuó caminando, metido en sus pensamientos, recordando algunos sueños que había tenido sobre gente desconocida, pero que le hacían sentir cosas especiales, como si los hubiese visto alguna vez. Estaba confundido y se preguntaba algunas cosas con respecto a su pasado, porque aquellas visiones solo le hacían mirar hacia atrás. Quería preguntarle a su tutor, pero le daba miedo llamarlo para tratar esa clase de temas, lo mejor era pensar que nada más eran sueños, fantasías de su mente.

Algo lo trajo de vuelta a la realidad, pero no fue nada agradable, pues había chocado contra algo o alguien y producto de eso cayó al suelo, se sintió torpe y estúpido. Alzó la vista y vio a una muchacha, más bien se fijó en sus ojos y al darse cuenta que la veía con ambos bajó la mirada y arregló su pelo sobre el ojo que tenía marcado –Lo…lo siento, no me di cuenta que estabas allí…estaba pensando…en…otras cosas, perdón- se puso de pie y se sacudió la ropa tratando de no hacer mucho contacto visual, tenía miedo, no a utilizar su poder…sino a ser juzgado erróneamente por su ojo. Buscó su parche, pero no lo encontró, se le fue la sangre a los pies y atinó solo a taparse el ojo con la mano, un poco sonrojado y nervioso, no quería que lo viera.

Otoño. Anticipo del pausado y mortecino Invierno. Olía a madera húmeda, a bosque encantado, a magdalenas recién hechas por la mañana.
Aquella mañana, Emma se había abrigado por primera vez, puesto que había despertado un tanto más friolera. Con un pañuelo claro envolviendo su fino cuello, paseó tranquilamente por el parque.
Algunos niños correteaban alegres, mientras ella, ajena, deslizaba sus ruedas por el camino cercano al lago, llevando en el respaldo de la silla su flauta bien guardada en su funda.
Paró unos segundos a ver la estampa que regalaba el reflejo del lago. En el pequeño islote que había casi al centro, pudo ver un cisne encojido levemente, reparando sus plumas con su anaranjado pico. La joven sonrió con suavidad.
"Otoño manso, yo me poseo y me inclino ante tus aguas para beber el cielo, suave fuga de árboles y abismos" Repitió dentro de su cabeza a Salvatore Quasimodo, rememorando una de sus frases.
Observó el grandilocuente tapiz de ocre que formaban las hojas en el camino e, inconscientemente, siguió con su dedo el Allegro del Otoño de Vivaldi que resonaba en sus oidos gracias a los auriculares.
Cerró con suavidad los ojos dejándose envolver con cada nota cuando notó un ligero golpe, que hizo moverse un tanto su silla.
Como actoreflejo sus manos se acogieron a los reposabrazos de la silla, encogiéndose levemente mientras los auriculares se le saltaban de los oídos. Vuelta a la realidad.
Ante ella, un joven se disculpaba apresurado. Tenía el cabello de un tono azulado, así como una mirada clara y agradable. Emma solo pudo sonreír enternecida, como siempre hacía por cada detalle pequeño.
Parecía preocupado buscando algo en sus bolsillos, sujetando una de sus manos en el rostro. Fue cuando entonces vio una pieza de tela negra en el suelo.
Se agachó con suavidad recogiendo un parche.
-No importa... ¿Buscaba esto? -Preguntó sonriéndole con dulzura, tendiéndoselo un tanto más alto para ofrecerselo sin problemas.

Cuando la chica le extendió lo que andaba buscando en sus bolsillos el muchacho atinó a tomarlo rápidamente para luego colocarlo en su rostro –Gracias…sí…era eso lo que buscaba- sonrió levemente –Perdón si te importuné en algo…créeme que no me gusta andar cayendo de esa forma ni de ninguna otra- se miró los pantalones y le sacudió la tierra que quedaba en las rodillas “Que torpe eres, Hunter…” se autoreprochó y miró a la chica. –Me…me llamo Hunter- le tendió la mano viéndola fijamente, pero luego retiró sus ojoso más bien, su ojo de los contrarios y bajó la mano, ¿estaba siendo demasiado formal para presentarse? “Es una chica…no un visitante de negocios en la mansión de tu tutor…” se guardó la mano en el bolsillo –Lo siento…es una mala costumbre…-.

El viento sopló y algunas hojas se levantaron formando pequeños remolinos en el suelo. Hunter levantó la vista y se fijó en el ave que descansaba en el agua, tan serena y elegante, los cisnes eran animales impresionantes. Sonrió levemente e hizo el ademán de caminar hacia el agua, pero se detuvo y se quedó viendo el suelo unos momentos –Espero no haber importunado alguna actividad importante o haber interrumpido un pensamiento fundamental- dijo de repente y se acomodó una mecha que le había quedado atascada por el lado interno del parche.

Él sí que se había autointerrumpido un pensamiento, pero no importaba demasiado, mientras menos meditara al respecto de esos sueños mejor, a fines de cuentas, caer y volver a la realidad fue lo mejor que le pudo pasar.

-Hace mucho frío, ¿no crees?- frotó una mano contra la otra y luego se las llevó a la boca para calentarlas con su aliento, luego se sentó en una banca que estaba a sus espaldas y se quedó nuevamente meditabundo, fijándose en el agua o quizá más allá del agua, alguna cosa inexistente que estaba por allá, que solo él veía, pero algo sin forma, sin color y silenciosa.

Emma rió algo divertida. Era un chico extraño, pero no le desagradaba. Normalmente, la gente no se mostraba tímida alrededor de Emma, más bien, Emma era quien se mostraba asustadiza a los demás. Ladeó la cabeza parpadeando. No recordaba haberle visto por la escuela, y tenía un acento, igual que carácter, más propio de Europa que no de América.
-Yo soy Emma -Tendió su mano a estrechar la contraria, pero el peliazul la apartó disculpándose, dejandola un tanto sorprendida.- ...Es un placer.
Juntó sus manos sobre su falda bajando un poco la cabeza, para curiosear luego como el otro se acercaba a mirar el lago, frotándose luego las manos por el frio.
Emma se miró las manos unos instantes como buscando solución a alguna respuesta, para luego llevarlas a los bolsillos.
-Toma -Comentó acercándose a él hasta donde su silla de ruedas le permitía, tendiéndole unos guantes- Puedes usarlos, yo estoy atemperada.
Hizo una pausa mirando el lago.
-Tan solo escuchaba a Vivaldi... -Lo mira ladeando un poco el rostro- ¿Gusta de la música?

-Emma- sonrió vagamente y miró los guantes que le chica le había facilitado -Gracias- dijo despacio –Olvidé ponerme los míos…- se colocó los mitones y escuchó lo que la muchacha le dijo a continuación. Vivaldi…claro que le gustaba su música y toda la variedad de los clásicos –Sí, yo también escucho a Vivaldi y a otros como Strauss o Beethoven- miró a la joven a los ojos. La joven tenía lindos ojos, eran más claros que los suyos y brillaban de una forma muy linda.

No se había fijado muy bien que Emma estaba en silla de ruedas, es decir, la había visto bien y todo, pero no retuvo ese detalle en su mente, como si realmente eso no fuera demasiado importante, simplemente la veía a ella sentada, nada más. No pensó en su condición y no se le ocurrió preguntarle qué situación la había llevado a aquella silla. Posiblemente era porque a él no le gustaba para nada que alguien le preguntara ‘¿Qué tiene tu ojo?’, siempre evitaba esa conversación.

-¿Solo escuchas música o también interpretas?- preguntó luego de un rato. Él era un violinista principiante, había comenzado hace unos años con clases particulares y ya estaba bastante avanzado, pero la verdad es que aún le quedaba camino que recorrer para convertirse en un músico de verdad. –Pregunto porque es extraño escuchar que una chica oye a ese gran músico, solo los que interpretan suelen deleitarse con esas melodías, porque saben apreciar sus detalles- sonrió y miró el suelo –Claro que no es la generalidad de los casos- murmuró.