Libros, delicados elogios (libre)

El sonido abrumador, movimiento agresivo e insomnio febril. Las calles se pintaban con los gruesos tubos de escape semejantes a serpientes de aliento explosivo. Automóviles rugientes que parecían correr sobre la metralla.
Una violación auditiva insultante que, si el buen Chopen o Verdi levantaran de su tumba, podrían ahogarse en su propio vómito por la repulsión.
Ioan arrugaba la nariz en medio de la calle, pero debía estar pendiente de recibir respuesta en su audífono del manos libres.

Cargaba en el hombro la mochila de transporte del portátil, mientras con la otra manoseaba la corbata que le hacía ceñirse impecablemente el traje. A decir verdad, a ojos de los demás transeúntes, se veía como un importante hombre de negocios.
Alzó un poco el rostro colocándose bien las gafas cuando recibió señal en la llamada.
-¿Herr Baumgaertner? -Preguntó con un tono suave y delicado para la pronunciación severa del alemán- ¿Recibió los informes de la temporada alta? ...Perfecto... A mi opinión, puede estar orgulloso, ha tenido un crecimiento notable... sí... hm...
Observó el semáforo cambiar de color, empezando a caminar
-¿Sus acciones dice? ¿Pregunta por la temporada alta o en este mismo momento? -Sonrió elegantemente. Obvio, se sabía casi todos los números de memoria- Se mantienen, pero dado que se acerca las festividades de otoño, estoy seguro que la clientela le augmentará. Fine, werden wir in Kontakt bleiben. Auf Wiedersehen~...

Colgó la llamada mientras sus ojos violáceos escudriñaban un poco el cielo antes de adentrarse al centro comercial. Por hoy ya había terminado de trabajar. Y por desgracia, eso le hizo escuchar por última vez el horrible ruido de las calles.
No es que le gustara el centro comercial, puesto que prefería otro tipo de ocios. Sin embargo, opinó que lo mejor sería echar un vistazo en busca de un libro y, por supuesto, limpiar sus oídos de la inmundicia de la polución auditiva que regalaba las calles mañana, tarde y noche.

La librería del centro comercial era una pequeña y modesta llevada por un matrimonio anciano, donde la señora Margaret nunca salía a la cara pública, pero siempre sabía la situación y existencia de cada libro, situado en cada rincón. Una señora agradable.
Paseó su vista en silencio por los tomos de cada estantería.
"Cuanto más crece nuestro conocimiento de los buenos libros, tanto más disminuye el círculo de los hombres cuya compañía nos resulta ingrata... Ah, Ludwig Feuerbach... Nos volvemos a encontrar en las estanterías y pasillos..."
Tomó uno de los libros que trataban del pensamiento del político alemán y releyó por encima unas líneas.

Spoiler:

Ese día se dedicaría a buscar un ejemplar de su libro favorito: “Sekai no chushin de ai wo sakebu”
Tenía que leerlo pos si misma, hacía mucho tiempo que no escuchaba la historia tal y como era. Llevaba en su mochila el antiguo y verdadero ejemplar, pero estaba escrito con aquellos símbolos que no podía descifrar ¿Cómo iba a recordar de que se trataba si no lo podía leer?
Ahora lo único que quedaba era buscarlo en una biblioteca, solo esperaba llegar a encontrarlo. Aunque a pesar de todo eso le traía nostalgia y la hacía sentir un poco triste al recordar los escasos momentos que vivió con su verdadera madre.
Decidió ir al centro comercial, la vez pasada que había ido se había topado con aquella pequeña biblioteca, era la única que conocía por el momento. Aparte de la de la escuela, pero ahí seguro solo habría libros académicos.
Entró asiendo sonar la campanilla de la puerta principal.
-Disculpen. Con su permiso –dijo amablemente para ser escuchada por los encargados. Saludó y explicó que necesitaba ayuda para buscar un ejemplar en inglés de aquel viejo y extraño libro que sacó de su mochila para ponerlo en el aparador.