Madness (Libre)

Jace paseaba por las afueras del colegio. La verdad es que últimamente caminaba mucho, ya fuese porque quería oír del estruendo de las personas o porque los sentimientos de todos eran muy intensos y lo contagiaban de una manera que no le agradaban. Ya no sabía hacia a donde huir. No había lugar en el mundo en donde se sintiera en paz. Era cierto que ya casi no le molestaban los sentimientos ajenos y sabía diferenciarlos de los suyos, pero había llegado a un punto en donde se había cansado de estar alerta todo el tiempo para estarlos alejando de su propio estado de ánimo. Resopló un poco cuando el viento le azotó en el rostro y le removió su cabello.

"¿Por qué simplemente no te adaptas al mundo Jace? Todo el mundo lo hace"

Se acomodó un poco el flequillo mientras seguía caminado cuando escuchó que una chica de corto cabello negro decía que no podía hacer esas cosas. Jace se detuvo y frunció el ceño. ¿A qué tipo de cosas se refería? Jace sonrió con curiosidad y la observó de lejos. No tenía ninguna intención de acercarse a ella, después de todo, él estaba huyendo de la gente, pero la chica parecía tan absorta en sus ideas que la curiosidad pudo más con él y se acercó hasta quedar prácticamente a su lado. No le dijo nada, no la saludó y ni siquiera la miró, simplemente se tiró al suelo y se dedicó a escuchar el mecer de la corriente del río.

Cuando Jace se tiró al suelo, se dio cuenta de que había cometido un error, el piso estaba mojado porque había llovido un día antes, así que su espalda estaba mojada. Hizo una mueca de desagrado pero no se levantó, levantarse no iba a hacer que su ropa estuviese limpia y seca. "Estúpido". Sintió el frio recorriéndole la espalda pero no le importó sentarse porque sintió un sentimiento de curiosidad y felicidad que se iban acercando a su persona. Vio por el rabillo del ojo vio que la chica de cabellos negros se le acercaba. Decidió inmutarse y quedarse ahí con una expresión estoica como siempre solía hacerlo.

—¡Hey, salao! —le saludó la chica de voz cantarina y sentimientos felices— llovido ayer estirarte aquí no es una buena idea, a no ser que quieras tomar una pulmonía, ¿sabes?

¿Y a ti qué fregados te importa? Le iba a contestar, pero decidió ignorarla porque la chica tenía razón, el frio estaba empezando a calarle hasta los huesos. Maldijo internamente que fuese otoño y no verano donde no tendría ningún problema, salvo que tendría que lavar la ropa en cuanto se la quitara. Hizo una mueca con la cara y decidió alejar a la chica lo más pronto posible.

—¿Pulmonía? Adoro la pulmonía ¿tú no? De hecho, creo que tengo VIH y me moriré en una semana así que… ¿por qué retrasar lo inevitable? Si contraigo pulmonía mi agonía terminará más pronto.

Jace sonrió con su típica sonrisa de lado y se aguantó el frio que tenía sólo para demostrarle a la chica que no le importaba y que no debía meter sus narices donde no la llamaban… aunque en realidad el primero en entrometerse fue él al acercarse a ella por curiosidad. El orgullo era un defecto muy grande en el castaño de ojos verdes que lucían apagados y sin luz.

Jace arrugó el ceño cuando la chica dijo que no le gustaba remolonear en la cama, pero después sonrió de lado. Se recordó a sí mismo con varias mujeres “remoloneándose” por alguna cama de algún motel de paso. Definitivamente a él, si le gustaba “remolonear” en la cama.. o en el suelo... o en cualquier superficie. Observó de reojo a la chica que parecía absorta en pensamientos de índole penosa. Podía sentir tristeza fluyendo por los poros de la pelinegra pero cuando su vista volvió a la suya, el ánimo cambio a feliz.


Las cejas del chico casi se hacen una. Nunca había sentido algo como eso… la chica cambiaba de humor como el cambiaba de pareja sexual día con día… y estábamos hablando de una suma considerable. La chica se presentó mientras le tendía la mano y le sonreía. "Loris". Obvio que ni de loco pensaba tomarle la mano a la niñata esa. La ignoró teatralmente y esbozó una sonrisa de lado.

—Si mal no recuerdo… jamás te pregunté tu nombre. Vete de aquí niñita, no es bueno que hables con desconocidos —se sentó de golpe para darle más énfasis a lo que decía… bueno la verdad es que no, lo hizo porque el frio se le estaba colando más allá de los pulmones—, y menos si esos desconocidos suelen llevarse a la cama niñitas lindas y tiernas como tú.

La verdad es que no tenía ninguna intención de llevarse a la cama a una chiquilla como esa —Jace estaba acostumbrado a las mujeres de verdad, no a las imitaciones de ellas—, pero le dijo eso para espantarla y que saliera huyendo. El castaño sonrió de lado como siempre solía hacerlo y se estremeció un poco con una maldita corriente de aire frio que le golpeó en la espalda mojada.

Jace frunció el ceño completamente desconcertado. A pesar de las cosas que le había dicho a la chica ella seguía ahí, sonriéndole y hablando con él como si estuvieran entablando una amistad. Era una chica completamente rara, eso sin sumar que su ánimo alegre era sumamente fuerte. De hecho una sonrisilla traviesa luchaba por mostrarse por la comisura de los labios cuando ella dijo que era un juego adivinar su nombre, pero se resistió, no iba mostrar emociones ajenas. Estaba dispuesto a correr a la pelinegra más directamente pero la chica hizo algo que lo perturbó por completo. Loris se había quitado su chaqueta y se la había puesto encima a él. Jace abrió sus ojos con sorpresa y sus labios se quedaron a medio abrir… sin poder musitar nada. Ella se había dado cuenta de que tenía frio, se había dado cuenta de que estaba vulnerable… aunque fuese algo tan mundano como la temperatura, eso era lo de menos… ella había descubierto que había estado vulnerable a algo. Eso no le gustó a Jace, su orgullo se impedía mostrarse débil ante los demás… Loris era de las primeras personas que lo notaba débil cuando él estaba disimulando no serlo. Jace se levantó del suelo a prisa y se colocó delante de la chica con una mirada abrasiva y agarró la chaqueta para echársela en la cabeza a la pelinegra.

—Creo que estás mal del cerebro. Si a salao nos referimos a “simpático, alegre y todas esas idioteces” entonces te estás equivocando de persona —Jace sonrió cínicamente pero su sonrisa se borró con otra estruendosa corriente de aire que le hizo estremecerse. Ya no tenía caso fingir así que se abrazó un poco a sí mismo y se frotó con las manos. Vio a la chica con la chaqueta aún en su cara y quiso reírse por un segundo. La verdad es que estaba un poco sorprendido de que él en sus esfuerzos por hacer que ella se fuera, sólo había logrado que Loris platicara con más fuerza y que inclusive le pusiera encima su único abrigo— Ponte tu chaqueta, enfermaras tienes la apariencia de una chiquilla así que debes de ser muy débil. No quiero sentir culpa de que por mi increíble atractivo me des tu único cobijo y te enfermes y mueras. Después de todo quedamos que el que se quería morir aquí, era yo.

Jace sonrió torcidamente. Su mirada seguía escrutando a la chica que tenía por delante… que por cierto que como ella no podía mirarlo por el chaleco en su cara, reparó sin culpas en cada una de las curvas de su figura. La verdad es que la cara inocente de la chica la hacía ver como una niñata, pero viendo con detenimiento su cuerpo se dio cuenta de que Loris si era una mujer… una apetecible mujer. Largas piernas, diminuta cintura, pechos firmes y piel nívea y cremosa… Loris no tenía nada que desearle a ninguna de las mujerzuelas con las que alguna vez había estado. Jace se sacudió la cabeza y dejó de lado los pensamientos que querían tomar lugar en su retorcida mente.

No podía decirle a Loris que estaba de acuerdo con lo que opinaba sobre juzgar por la apariencia, pero la verdad es que sí lo estaba. A él muchas veces lo habían juzgado cuando más joven de parecer débil, y quizás y sí lo era… pero odiaba parecer vulnerable ante los demás, quizás gran parte de su coraza era por esa misma razón… no quería que lo consideraran débil. Miró a Loris a los ojos cuando por fin se había quitado su chaqueta y no pudo evitar pensar en que parecía muy frágil ¿Qué tipo de poder tendría ella?

—No la necesito —gruñó él y volvió a frotarse— me puedo calentar solo, aunque… —volvió a evaluar las largas piernas de Loris con ojos lujuriosos— tal vez quieras darme calor corporal. ¿Quién sabe? Tal vez así matamos dos pájaros de un tiro, te enseño lo bueno de la vida y yo dejo de tener frio —sonrió torcidamente como siempre y después agregó— Por cierto mi nombre no empieza con H… más sin embargo esa es la primer letra de mi apellido —sacudió su cabeza ensanchando más su sonrisa— Supongo que como no me vas a dejar en paz hasta que te diga mi nombre te lo daré. Soy Jonathan Christopher Herondale… dejémoslo como Jace, y sólo te lo estoy diciendo porque si llegamos a cruzarnos de piernas, quiero que sepas que nombre gemir.

Jace sonrió triunfalmente ya que seguramente la chica por fin terminaría de asustarse y huiría de su presencia, después de todo, ese método le había funcionado infinidad de veces con otras chiquillas tontas y sin cerebro.

Cuando la chica lo tocó, Jace se estremeció por la descarga de sentimientos raros que parecían hacerle corto circuito. La chica parecía que se burlaba de él al volverlo a llamar “salao” y muy en ello le daba consejos para vivir el día a día. ¿Qué acaso no había escuchado todo lo que le había dicho? Era muy cierto lo que Loris pensaba… cuando uno comienza a vivir plenamente es cuando a la fregada… te mueres, pero ese tipo de cosas Jace no las pensaba discutir con una chiquilla que cambiaba de estado de ánimo igual a como cuando cambias de canal en el televisor.

—Tengo algo más bonito que sólo el nombre— su sonrisa se esfumó cuando la chica estiró la mano—. No puedo decir lo mismo —dijo él y le dejó la mano estirada. ¡Ni en sueños iba a agarrarle la mano! Para lo único para lo que Jace tocaba a los demás era para follar… o algo que fuese muy necesario, jamás por socializar o por proximidad. El chico se estremeció una vez más por el frio… ¡odiaba el frio! y decidió que mejor era hora de irse.

—Me largo… creo que mis huesos se están helando —sacudió un poco la cabeza con el ceño fruncido—. Espero que no nos volvamos a topar… niña loca.