Recordando a la banda (Libre)

Hacia un día espléndido, el cielo estaba completamente despejado y se podría decir que hacía incluso algo de calor a pesar de estar en noviembre. Prácticamente los últimos días se los había pasado dentro de las instalaciones, faltando sin quererlo a algunas clases tras enterarse tarde de que se habían retomado tras el incidente de Bulgaria. Con un suspiro miró por la ventana y luego paseó la vista por su habitación, hasta que sus ojos se toparon con su guitarra eléctrica.

Realmente hacía tiempo que no la cogía. Cuando llegó a la Academia la plantó allí y allí se había quedado. Y es que cada vez que la veía recordaba el tiempo que había estado tocando en Francia con la banda improvisada que surgió un día. A pesar de los problemas que tuvieron después, habían pasado buenos momentos que hacían sonreír al francés. Tras un rato meditando tomó una decisión. Cogió la guitarra y el amplificador que tenía guardado bajo la cama y salió de la habitación.

Caminó sin rumbo, pensando dónde podría situarse sin molestar a nadie, cuando un lugar se le pasó por la mente, dirigiendo hacia allí sus pasos. Por suerte, la azotea estaba vacía en esos momentos, por lo que podía quedarse allí sin problemas. El estar 'al aire libre', con aquél cielo azul y notando el viento revolverle un poco el cabello le hacía sentirse ligeramente libre, aumentando sus ganas de cantar. Conectó la guitarra al amplificador y, tras comprobar que estaba afinada, empezó a cantar.

Irina acababa de llegar a la academia hace unas horas, por lo que se había dirigido a su habitación para guardar sus pertenencias. Cuando hubo terminado, estuvo dando vueltas en su dormitorio, extremadamente aburrida hasta que decidió salir a explorar la academia.
Caminó durante unos quince minutos sin rumbo fijo, investigando, abriendo puertas aquí y allá, descubriendo lugares, atravesando pasillos...
Entonces, encontró unas escaleras que ascendían sinuosamente, y, curiosa, decidió descubrir qué había al final de éstas.
Llegó a la meta, agotada, y después de detenerse unos segundos para recobrar la respiración, se percató de un cartel en el que se leía ''Azotea''. Le decepcionó un poco descubrir que todo su esfuerzo por subir las escaleras desembocaba en una simple azotea, se esperaba algo más impresionante.
Se encogió de hombros, resignada, y cuando iba a abrir la puerta para entrar en la azotea, escuchó el sonido de una voz acompañada por una guitarra eléctrica. Se sentó en el suelo para disfrutar de la canción tranquilamente, sin atreverse a entrar, quizás molestaba. Cerró los ojos para concentrarse en el sonido.
Inconscientemente, empezó a balancear la cabeza al ritmo de la música con una sonrisa pintada en la cara. Realmente le gustaba la canción.

Cuando la canción terminó, Irina tuvo la sensación de que un maravilloso hechizo se rompía y le dejaba un vacío en su interior. Un impaciente deseo de escuchar más música le invadió. A la chica, en los viejos tiempos le había apasionado cantar, por lo que escuchar a otra persona hacerlo le agradaba enormemente.
Después de pensarlo mucho, decidió armarse de valor y entrar en la azotea, para pedirle a la persona que cantaba que tocara otra canción. Aunque se muriera de vergüenza.
Se levantó de un salto para abir la puerta, pero cuando su mano rozó el pomo, la apartó rápidamente, como si éste ardiera y le hubiera quemado la mano. Se acababa de dar cuenta que si cruzaba esa puerta, entablaría conversación con una persona desconocida por primera vez en dos años y eso le daba un miedo irracional, pues las últimas amistades que había tenido...las petrificó. Alzó sus temblorosas manos y las miró, nerviosa al darse cuenta que se había dejado los guantes en la maleta: más probabilidades de petrificar al cantante.
Vaciló durante unos instantes, mirando alternativamente a la puerta y a las escaleras que descendían.
Después de pensarlo mucho, tomó la determinación de no entrar en la azotea, por la seguridad de la persona que se encontraba allí dentro, ignorando la tristeza que le invadía. Se dirigió a las escaleras y comenzó el descenso, preguntándose si había decidido bien.
Había bajado unos diez escalones cuando en un alocado e incomprensible impulso, subió en dos zancadas las escaleras y abrió la puerta de la azotea con brutalidad, provocando un tremendo estruendo.
Sin pensarlo un segundo, con el corazón latiéndole fuertemete, comenzó a hablar atropelladamente sin ni siquiera mirar a la persona a la que se dirigía.
-¿Podrías tocar otra canción? Te he estado escuchando desde fuera, y me ha gustado mucho, pero no me atrevía a entrar...
Notó como un calor se le extendía por las mejillas, al darse cuenta de que había hecho el ridículo. Le invadió una sensación de inseguridad, de ser novata, de que en solamente dos años, había olvidado como tratar con personas. Cómo era sentirse libre.
Había olvidado cómo era una vida de verdad.

Junto con el viento, su mente había ido a volar lejos, a sus recuerdos, a su vida en Francia mientras tocaba. Y con ello no pudo evitar hacerse preguntas, perdido en su memoria. No podía evitarlo, a pesar de todas las peleas que habían tenido, de los roces entre ellos, alguna vez fueron amigos y eso era algo que no se podía borrar tan fácilmente como algunos pensaban. ¿Qué habría sido de su vida? No supo nada de ellos desde aquella última reunión. ¿Habrían seguido con ese hobby? ¿Habrían logrado triunfar? Tenían talento para ello, así que interiormente deseaba que las cosas les hubieran ido bien.

Tan concentrado estaba en esos pensamientos que no pudo evitar sobresaltarse violentamente al escuchar el tremendo golpe que dio la puerta al abrirse violentamente. ¿¡Qué había sido eso!? ¿Acaso estaba haciendo algo mal y venían a por él? Sin embargo poco a poco se fue calmando al ver a una muchacha parada en la puerta, diciendo algo tan atropelladamente que al francés le costó entender lo que decía. Por ello necesitó un par de minutos para pensar bien lo que había dicho y reestructurarlo para entenderlo bien. Y un suave sonrojo pasó por sus mejillas al escuchar la petición y el halago.

Desde que había dejado Francia no había tenido 'público' por así decirlo, y el hecho de llevar algún tiempo sin tocar delante de alguien había minado un poco su confianza, por lo que no sabía qué debía hacer. ¿Y si hacía el ridículo? Se quedó unos segundos pensativo, mirando a la muchacha que al parecer se iba sonrojando por momentos, casi pareciendo un tomate maduro. Y no pudo evitar sonreír ligeramente, incorporándose de la barandilla. Era la primera vez que la veía, tal vez era nueva en la academia y por ello se comportaba con tanta timidez.

— Claro.... no veo por qué no — con pasos tranquilos se acercó al lugar donde había dejado la guitarra, cogiendola y colgándosela de nuevo mientras se sentaba sobre el amplificador. — Pero no hace falta que te quedes en la puerta... te puedes acercar, que de momento no muerdo — bromeó con una ligera risa.

Durante unos segundos pensó qué podría tocar, y cuando se le ocurrió pasó la púa con suavidad sobre las cuerdas, logrando un sonido mucho más sencillo que el que había tocado antes. Era un registro completamente diferente, más tranquilo, pero que también gustaba al francés. Y tras tocar un par de acordes empezó a cantar.