Ignorando las reglas. [Priv. Nathan +18]

Esa noche el sudafricano no tenia nada de sueño, por lo que consideraba inútil quedarse acostado en la cama, dando vueltas sin nada que hacer por lo que salio de su habitación, usando solo sus bóxeres y una playera sin mangas.
Fue directo a la sala común que a esas horas, como suponía, estaba vacía; se sentó en uno de los sofás, en medio de la oscuridad.

Tomo el mando de la televisión y la encendió, dejándola en un volumen bajo para no despertar a nadie. Había traído consigo un cigarrillo, de los que tenia escondidos, junto con un encendedor; lo llevo hasta sus labios y lo encendió dando una calada, echando la cabeza hacia atrás, apoyándose en el respaldo sin poner en realidad atención a la pantalla del televisor.

¿Cuanto tiempo tendría que estar en ese lugar? se sentía atrapado como en una prisión, lo que mas quería era terminar y salir de esa academia. Había tanto lugares que quería conocer y tantas cosas que quería hacer...Lo primero que haría sera hacerla una visita 'agradable' a su madre. Al pasar ese pensamiento por su mente, una sonrisa corta y algo cruel se formo en sus labios.

Tomo el cigarrillo entre sus dedos y lo alejo de sus labios, dejando salir el humo.
-Madre...disfruta tu vida -murmuro en voz baja para si mismo, después de todo, estaba solo en aquel lugar o eso creía.

En la bolsa de hielo apenas quedaban cubitos. El resto, se había acabado de deshacerse en agua debido al paso de las horas. Y ciertamente, no resultaba extraño.
El griego había sufrido otro usual accidente, cayéndose de la cama mientras se removía en sueños extraños. Tras su encuentro con el suelo, reprimió sus ganas de dar un quejido y se masajeó la nariz con el miedo de habérsela roto, aunque parecía ser más resistente de lo que creía.
Suspiró caminando descalzo por los pasillos, escalofriándose cada vez que sus dedos entraban en contacto con las baldosas.
Habiendo empezado a sentir frío en las noches, llevaba un pijama de pantalón largo y camisa manga corta en un tono blanco, yendole un poco ancha debido a su cuerpo delgado.
Acostumbrado, puso unos hielos en la bolsa y suspiró por enésima vez llevándosela a la cabeza, tomando asiento en un taburete.
Daba igual cuánto se esforzara, siempre caería, tropezaría, se atragantaría o cualquier tontería suficientemente efectiva como para dañarlo. Fue cuando se quedó un rato pensando.
Tenía claro para qué había ido hasta américa. Desgraciadamente, no tenía tan claro si aguantaría o si había sido buena idea el viajar tan lejos.
Y divagando, empezó a pensar en sus repetidas pesadillas. ¿Qué eran? ¿Porqué eran? ¿Qué significaban?
Pero, al final, siempre estaba la misma respuesta. La nada. Blanco como el crudo del pijama.

Bajó su mirada lilácea a las baldosas y cuando abrió la puerta parpadeó varias veces.
-Me he confundido de sitio -Se le escapó, poco antes de fijarse que la televisión estaba encendida y que salía una trama de humo del otro lado del sofá.
Suspuso que un maestro.
-Ups...

Se encontraba descansando, mirando sin mucho interés el televisor, disfrutando de su cigarrillo. Solo en esas horas de la noche podía fumar, ya que dentro de la escuela estaba prohibido para los alumnos pero el rubio tenia casi una adicción por ellos desde que tenia 13 años y no pensaba dejarlos...ademas a veces fumaba cosas peores.

Un ruido que venia detrás de su espalda, llamo su atención y le obligo a voltear, para encontrarse con un chico bajito que traía una bolsa de hielos sobre la nariz, no le importo que le descubriera fumando, si sabia lo que le convenía no iba a decir nada.
-Vete...tendrías que estar durmiendo -comento sin ninguna amabilidad, volviendo su vista a la TV, dándole una profunda calada al cigarrillo para luego expulsar el humo con suavidad.

Ya había perdido la cuenta desde la ultima vez que se había sentido lleno de enfado, de decepción y de soledad...en algunas remotas ocasiones se sentía vació pero tenia una forma de llenar ese hueco y era con el odio, el odio a los demás y sobre todo el odia a la persona que había hecho su vida tan infeliz.

Ante la voz contraria, descubrió que quien estaba fumando allí no era un profesor lo que, en cierto punto, hizo suspirar a Nathan de alivio.
Aunque su gesto de incomodidad duró de nuevo cuando reconoció en la voz contraria a uno de los alumnos que había tenido, si se podía decir, el placer de conocer hacía poco.
Ian respondía con molestia y despectivismo al otro mirando la televisión. Nathan bajó un poco su cabeza mientras se sostenía la bolsa de hielos en la nariz.
El rubio había sido uno de los compañeros que había conocido en la prueba en el Congo. Recordaba aquella casi semana como un tiempo que no le gustaría recordar.
Y en eso, su cabeza volvió a rememorar las imágenes de su pesadilla, un mundo vacío donde flotaban vísceras como si cometas se tratasen, bajo el insistido sonido de las rocas golpeando algo, y finalmente, la lluvia de libélulas muertas tan fuerte que le llenaba inevitablemente la boca y nariz hasta asfixiarle.
Apretó sus labios con malestar.
-No tengo sueño. -Contestó- ...Padezco insomnio.
Una pequeña mentira, pero al menos, era mejor que no decir que le aterraban sus visiones nocturnas. Cerró la puerta despacio.
Era mejor cerrarla y que nadie se diera cuenta de que estaban allí a esas horas, y más, si el otro fumaba. Básicamente, porque tenía la corazonada que toda reprimenda le acabaría cayendo solamente a él. Así de perra es la fortuna.
Vaciló un poco hasta dar unos pasos silenciosos en la moqueta, observando de reojo al otro por unos momentos, manteniendo la cabeza agachada mientras se sentaba en un sofá alejado, viendo un momento la televisión y luego de nuevo al contrario.
No debería fumar. Aparte de por ser menores, porque estaba prohibido fumar en el edificio. Una simple colilla podría producir un desastre. Pero prefirió no decir nada. Callar, como había aprendido en el poco tiempo que llevaba.
Volvió su vista a la pantalla, que emitía un programa pendenciero en contra de los jóvenes con poderes.
-¿...Tu tampoco puedes dormir? -Murmuró sin apartar la vista de la tele.

Recordaba perfectamente al griego, no solo por su aventura en el África, que era su compañero de equipo y en donde los había estado observando atentamente a todos y a cada uno de ellos; en especial a Nathan porque había sido quien se había arriesgado para salvarlo de la estampida de elefantes, y en la mente del rubio aun rondaba la pregunta: ¿Porque lo había hecho?

Dio otra calada profunda a su cigarrillo, una sonrisa sarcástica se dibujo en sus labios. "Insomnio...me sorprende que toda la escuela no lo padezca" pensó para si mismo el sudafricano, él desde hacia mucho había perdido el gusto por dormir en las noches, tal vez desde que era un niño y durante las tormentas, nadie venia a consolarlo a su habitación. Siempre solo.

Noto las miradas que de vez en cuando le lanzaba el chico griego, no le molestaban pero le divertían, era como ver a un pequeño gatito asustado pero las noticias en la TV le distrajeron, estaban llenas de notas anti-mutantes. Apretó su mano libre en un puño mientras fruncía el ceño.
Ya había tenido suficiente con el desprecio en su infancia, para tener que soportar una nueva humillacion, no iba a permitir que lo marcaran como si fuera parte del ganado.

Desvió su mirada hasta Nathan, cerro los ojos y suspiro para calmar su enfado después de todo el chico no tenia la culpa, le debía un favor por intentar salvarlo así que intentaría ser 'algo' amable.
-No, también sufro de insomnio...y con estas noticias -dice burlonamente, con una sonrisa, señalando la pantalla- Muchos menos puedo dormir -murmuro, terminando su cigarro, apagandolo de la forma correcta.

Se llevo ambas manos al rostro, frotándolo con suavidad, estaba enfadado y cansado de esa persecución. No entendían, si ellos quisiera, podrían acabar con los humanos pero hacían lo contrario, intentaban defenderlos. "Son unos mal agradecidos, no merecen ni nuestra preocupación" pensó el rubio.

Apoyó su barbilla en sus rodillas observando al hombre que recitaba sus consignas. No podía evitar un gesto de preocupación en su rostro. En Grecia, las personas con poderes era un tema un tanto tabú. Si bien no eran odiados, tampoco se iban proclamando por allí en su existencia.
Mantenían sus poderes a raya de la vida pública, aunque sí eran conocidos algunos que otros con poderes debido a su buena labor, como algunos bomberos hydrokinéticos. A pesar de ello, daban la callada por buena.
Y supuso, que era por el miedo común.
Ladeó su rostro al sudafricano. Pudo sentir en sus palabras cierta frustración, lo que le hizo verle un tanto más humano, y aunque no lo manifestó en su rostro, le hizo sentirse un poco más cómodo.
-Sé a lo que te refieres... En el periódico hablaron de la pelea en Bulgaria... Y me tiene preocupado.
Bulgaria no estaba lejos de Grecia. Temía que hubiera algún tipo de reacción, pensando en su tío. Nunca le había dicho que clase de poderes tenía, pero sabía que los poseía.
Observó a Ian refregarse con nerviosismo, por lo que decidió cambiar de canal para que dejaran de oir noticias malas.

Al ver esas noticias, no pudo evitar recordar todo lo que había pasado en su infancia. En Sudáfrica, ser un humano con poderes especiales, era equivalente a ser una persona de color en la época del Apartheid; el odio era palpable y cualquiera que revelara tener esos dones, era apartado y maltratado por la sociedad.

Miro de reojo al chico a su lado, dejando escapar un suspiro- También lo leí, algo así no tardara en expandirse por todas las escuelas del mundo -comento en voz baja, esa era una de las razones por la que no dormía demasiado, desde que era niño tenia miedo que la gente entrara en la noche mientras dormía y le hicieran daño.

El miedo, con el paso de los años, se había vuelto odio. Agradeció que el griego cambiara el canal aunque no había mucho que ver a esa hora de la madrugada- Creo que pondré alguna película -murmuro, levantándose del sofá, acercándose a los estantes llenos de Dvd's.

Estaba demasiado ansioso e intranquilo desde esa mañana que había leído el periódico, se sentía de nuevo como si estuviera en África, teniendo que huir y defenderse de la gente que le odiaba o le temía solo porque era diferente a ellos.

Volviendo a su asiento en el sofá, giró su rostro cuando nombró el efecto Dominó. A lo lejos escuchó un trueno en el exterior, girandose a mirar la ventana, que no reflejaba otra cosa salvo el negro del exterior y las imagenes del interior de la sala.
Abrazó un poco más sus piernas con tal de que no se le enfriasen los pies en el suelo. El efecto dominó no podía aplacarse, siempre había funcionado. Por Helena, los griegos dieron muerte a Troya. Por el asesinato de Franz Ferdinand, empezó la primera guerra mundial. Y finalmente, por quemarse a lo Bonzo, empezaron las revueltas en Túnez.
Siempre había un factor de eclosión. Se sintió algo nervioso.
¿Podría llegar a pasar algo parecido en Crusaders?
Observó al rubio buscar algún Dvd. Estaba claro que era mejor pensar en otro tema.
-...¿Te ayudo? -Preguntó amable acercándose.

A lo lejos se escucho un trueno, una tormenta se acercaba, el rubio ya no tenia miedo a esas tormentas, había aprendido a no temerles después de todo no iban a poder herirles, sabia como evadir un rayo o un relámpago.
No se inquieto con la presencia del griego, al contrario, tenia un extraño efecto en él, era algo como un tranquilizante.

-...Como quieras -comento con su usual seriedad, repasando con su vista, los estantes llenos de películas de todos los géneros hasta que sus ojos se toparon con un titulo que llamo su atención, era una película que estaba muy escondida entre las demás. Tomo la caja del Dvd, sacándola de su lugar mientras observaba la portada.

Una sonrisa se dibujo en sus labios- Pondré esta -dijo sin mas, no pensaba pedir permiso, si no le gustaba la película al otro chico, pues que se fuera a dormir y ya, a fin de cuentas él había llegado primero a la sala común.

Se acerco al reproductor, abrió la caja y saco el disco de la película mientras con su mano libre abría el reproductor de Dvd's, colocando la película e iniciándola antes de ir a acomodarse en el sofá en el que anteriormente estaba sentado. Dejo la caja de la película en las manos de Nathan para que pudiera ver de que cinta se trataba.

Spoiler:

Se agachó a su lado, pasando sus dedos por las cajas de discos en búsqueda de una película. La jungla de Cristal, Terminator, Indiana Jones, Lilo y Stitch.
Nathan no pudo evitar reir por lo bajo rascándose la nuca. ¿Pero quién debería traer todos esos Dvd's?
"Cielos, aquí pasas de Disney a de repente a El Exorcista..."

Se quedó callado con la última cinta en mano, y prefirió esconderla. Fue cuando el rubio se puso en pie a colocar uno. Nathan se giró incorporándose alzando una ceja intrigado. Esperaba, ciertamente, que no fuera una película de terror.
Fue cuando el otro le soltó a sus manos la caja. Instinto Básico...
Parpadeó mirando la imagen de Sharon Stone y observó de nuevo a Ian, yendo a sentarse al sofá.

Acomodo su espalda sobre el respaldo del sofá mientras comenzaban los habituales comerciales que habían antes del inicio de la película, detestaba tener que esperar pero aquella espera valió la pena cuando empezó el thriller y no le decepción.
La primer escena era de sexo, una pareja salia haciendo el amor apasionadamente sobre la cama, la chica había amarrado al tipo antes de apuñalarlo y matarlo.

"Jah...es una buena forma de morir" pensó el sudafricano, sonriendo de manera irónica, sin despegar su vista de la pantalla, atento a como se desarrollaba la historia que estaba llena de suspenso y que en ningún momento dejaba ver quien era la verdadera asesina de la historia.

Las escenas sensuales y sexuales estaban al por mayor, aquello le encantaba al rubio sobre todo le calentaba y la gota que derramo el vaso fue aquella escena épica del cruzado de piernas de la sexy rubia.
Había olvidado al griego que se encontraba cerca de él o mas bien, no le había prestado atención desde que había iniciando la película por lo que decidió mirarle de reojo para ser consiente de sus expresiones.

Observó de reojo unos segundos al sudafricano mientras los comerciales se sucedían en la pantalla. Aunque se había sentado en el mismo sofá que el otro, el griego se había situado en la otra esquina, recogiendo sus piernas entre sus brazos.
No era miedo, era mera comodidad. Apoyó su barbilla en las rodillas cuando la película empezó. Abrió un poco más sus ojos con las primeras escenas de contenido sexual.
Notó el sudor recorrerle la nuca, en un sentimiento incómodo, apretando un poco sus dedos en su sitio. Intentó disimular un poco la expectación.
Al fin y al cabo, como cualquier adolescente, tenía las hormonas listas para removerse. Aunque no quisiera.

Igual que cuando ves una escena incómoda acompañado de tus mayores, esa fue la sensación que más podía acercarse a como se sentía. Las mejillas le ardieron un poco, y por pensar en otra cosa, miró al contrario de reojo, encontrándose con la mirada.
Dio un leve respingo a mirar apresurado a la televisión.

No pudo evitar una sonrisa algo cruel y burlona, justo en el momento en que sus miradas se cruzaron, el griego rápidamente volvió su vista a la pantalla de televisión, cosa que le hizo mucha gracia, parecía un adolescente que veía una película indebida en compañía de sus padres.
Volvió su vista a la pantalla de televisión donde los dos protagonistas compartían una escena de cama mas que interesante y ardiente, la veía tan atentamente que parecía estar estudiándola.

Pero como todo adolescente, las hormonas le estaban haciendo una mala pasada, podía sentir un agradable calor en su cuerpo que empezaba a concentrarse en su vientre bajo.
Carraspeo suavemente- Muy buena escena, ¿no crees? -sonríe ligeramente, mirando de reojo al peliverde.

-Aunque con una mujer como sea, el sexo seria un acto de alto riesgo -comento de manera sardónica, removiéndose un poco incomodo sobre el sofá, chasqueo la lengua intentando desaparecer la calentura que sentía pero la mezcla de una película sensual junto con sus muchos meses de abstinencia y la edad en la que se encontraba, no ayudaban para nada a tranquilizarlo.

El griego a su lado le relajaba, le divertida y aparte parecía ser alguien interesante, sobre todo estaba de muy buen ver, no podía quejarse en ese sentido. Por su mente paso la frase "Y ¿Porque no?", siempre podía intentar pasar de ser compañeros, a buenos amigos de roce.

Abrazó más fuertemente sus piernas, escondiendo más su rostro si cabía entre ellas. A la que bajaba la guardia, en la pantalla volvía a aparecer otra escena de sexo. Mientras, el sonido de la lluvia se volvía más intenso en el exterior.
Le hubiera gustado llevarse las manos a la cabeza y preguntarse porqué tenía la mala suerte rondándole de una forma u otra. Podría haberse levantado y marchado. Podría.
De no ser porque tenía ciertos impedimentos. El carraspeo contrario le hizo mirarle de reojo, medio escondido por los mechones de su flequillo.
-Cla... Claro, muy buena... -Contestó volviendo a mirar a la pantalla enrojecido- E-Es decir, el posicionamiento de la cámara... Así como la logobrez lumínica... Debió ser complicada la toma.
Intentaba despistarse, pero sentir la mirada del otro clavado sobre él no le ayudaba mucho.

No pudo evitar reír en voz baja ante los comentarios tan fuera de lugar que daba el griego, se notaba que estaba nervioso y por su posición, algunas de sus acciones y gesto se podía dar cuenta que estaban igual de 'despiertos' gracias a la dichosa película.

Aprovechando que Nathan parecía estar perdido en sus propios pensamientos, el rubio se acerco sin despegar la vista del cuerpo del menor, le tomo con firmeza de la muñeca.
- ¿Nunca te has imaginado...haciendo eso? -susurro en voz baja, cerca del oído del peliverde, mirando de reojo la pantalla que de nuevo tenia una escena erótica.

La lluvia seguía cayendo con fuerza, las nubes oscuras que cubrían el cielo hacían que la habitación se quedara en penumbras y solo la luz de la pantalla les alumbraba para el sudafricano aquello ya había pasado de sus limites y no iba a pedir permiso para probar aquellos labios.

Pudo escuchar un trueno caer. Su cabeza, a pesar de mantener la mirada fija a la pantalla, se desvió a otros pensamientos.
"Menuda tormenta..."
Aquella mañana le había parecido que no hacía tan mal tiempo. Aún así, la humedad había sido muy fuerte. Se apiadó pensar de si alguien salió de la escuela, ya fuera profesor o alumno, de que aquella tromba de agua le pillara.
Fue cuando sitió la mano contraria agarrarle de la muñeca, casi tensándose completamente. Sus pupilas se clavaron al frente notando con perfección como Ian se encontraba al lado de su oído, susurrándole despacio.
Petrificado. Parecía que sus órganos, palpitaciones e hilo de pensamiento se hubieran roto solo para dejar paso a aquellas terribles palabras.


Giró su rostro a un lado, enfrentándose al contrario. Pardiez, no imaginaba que estuviera tan cerca. En vez de lograr contestarle con palabras coherentes, logró un torpe y breve balbuceo. Desvió la mirada, aunque sin saber bien adónde mirar.

Le gustaba el clima, el ruido de los truenos y los relámpagos al caer le daban una sensación de seguridad, era como estar en su ambiente, sobre todo daba el ambiente perfecto para lo que quería y planeaba hacer.
Deslizo su mano por la muñeca del griego, acariciando la piel de sus dedos con suavidad, acorralándole contra el brazo del sofá, sintiendo la tibieza del cuerpo ajeno.

El calor en su vientre se intensificaba al sentir la cercanía del cuerpo del griego, cuando volteo a verle y sus miradas se cruzaron, sintió una ligera y placentera corriente eléctrica recorrer su columna.
Le vio alejar su mirada de la suya, soltó su muñeca y con ambas manos le tomo del rostro, obligandolo a mirarle fijamente- No has respondido...¿Lo has imaginado? -volvió a preguntar, inclinándose y rozando sus narices con suavidad, deslizándola por su mejilla, aspirando su aroma.

Su piel se erizo al sentir el suave contacto, saco su lengua tibia y húmeda pasándola sobre esos carnosos y deliciosos labios, dejando unos besos cortos en la comisura de su boca.

El tacto de las manos contrarias recorrió sus mejillas como miles de cosquilleos. Nathan no se vio con otra alternativa de volver a enfrentarse al rostro contrario, y sin darle tiempo a percatarse, ya se encontraba acorralado en el sofá.
Aguantó un poco su respiración ante la poca distancia entre ambas caras.
"Y ahora... ¿qué hago?"
Podía sentir como si el pecho le fuera a explotar, apretando un poco sus dedos cuando las puntas de ambas narices se rozaron, sintiendo en sus mejillas el ardor del sonrojo y el frio de ser exhalado por el rubio.
El tacto de la aterciopelada lengua le hizo entreabrir los labios para tomar aire entrecortadamente, así como sus labios rozaron ligeramente los contrarios.

Disfrutaba cada una de las reacciones del peliverde, fascinado por poder acorralarlo y apreciar en todo su esplendor aquel delicioso sonrojo en su mejilla, los cambios en su respiración y sobre todo los ligeros, casi imperceptibles, estremecimientos de su cuerpo.

Sentía como su corazón bombeaba la sangre rápidamente, mientras el calor de su cuerpo se incrementaba mientras sus alientos y respiraciones se mezclaban debido a la poca distancia que los separaba. El perfume del griego era embriagante, tenia un efecto tranquilizante en Ian y sobre todo le fascinaba ese olor corporal...¿Que tan diferente seria después del sexo?, se preguntaba el rubio y estaba dispuesto a averiguarlo.

Sus dedos acariciaban lentamente los pómulos del rostro de Nathan, aprovecho el momento en que el menor entreabrió su boca para encajar perfectamente sus labios, comenzando a mover sus labios lentamente, frotándolos con suavidad, succionando el labio inferior del griego y tirando con dulzura de el.

Junto aun mas su cuerpo al Wence, eliminando casi toda la distancia que los separaba, poco a poco devoraba su boca, lentamente y con pasión; con su lengua acaricio esos labios, presionándolos con el apendicie para abrirse camino dentro de la cavidad ajena.
"¿Su sabor sera tan dulce como su aroma?" era el pensamiento del sudafricano que ya había perdido cualquiera rastro de pudor, si es que lo había tenido, sus manos se deslizaron por su cuello, por sus hombros hasta los costados de la anatomía ajena, aferrándose a su cintura.

Sus ojos violáceos fueron a buscar por unos instantes los contrarios en la incógnita, poco antes de que la distancia entre ambos labios desapareciera.
Nathan abrió un tanto más sus ojos, notando aflorarle un fuerte nerviosismo desde el entrecejo. Los labios contrarios se sentían cálidos y carnosos, calentando los suyos.
Si antes no sabía qué hacer, ahora menos.
Suspiró un poco, moviendo sus labios ligeramente, llevando sus manos a las mejillas contrarias con tal de ocupar algún sitio.
Presionó con sus labios notando la punta de la lengua contraria, dejando paso a su boca con un pequeño jadeo, llegandole a la nariz el aroma contrario cuando sus cuerpos se acabaron de juntar.
Era un aroma salvaje, ciertamente adictivo.

Un suspiro de satisfacción salio de su boca al sentir como el griego le daba permiso para entrar, lentamente invadió la cavidad ajena, deslizando su lengua sobre la de Nathan, presionando suavemente mientras ambos músculos se entrelazaban. Sus labios seguían acariciándose, intercambiando el calor de sus bocas junto con los sabores de sus salivas.

El sabor del peliverde era adictivo, dulce y delicioso, le hacia querer probar mas y mas de él haciendo que el beso se hiciera mas profundo con cada segundo que pasaba. Ahogo un gemido dentro de la boca del menor, sus manos se deslizaron bajo su pijama, rozando la piel desnuda con la punta de sus dedos.

Atrapo la punta de la lengua ajena entre sus dientes, rozándola y succionando ligeramente antes de separarse del chico de cabello largo, recorriendo la comisura de sus labios con besos, bajando por su mentón con lentitud.
Llevo su rostro hasta la curvatura de su cuello, dejando besos húmedos para delinear su piel, saco su lengua, lamiendo la piel y succionando ciertos lugares hasta dejar marcas rojizas.

Sus manos subieron por el torso del griego, acariciando, sintiendo la calidez y suavidad al mismo tiempo que sus labios besaban su manzana de Adán, humedeciéndola con su lengua, moviendo el apéndice en círculos sobre la zona antes de morder con firmeza aquella dureza.
Los dedos del sudafricano acariciaban los suaves montículos en su pecho, Ian tenia la respiración agitada y dejaba escapar algunos suspiros de sus labios, disfrutando del cuerpo de Nathan.

Lo deseaba y no iba a detenerse hasta poseer ese cuerpo por completo. Ya no existía nada para el africano, solo existía, el cuerpo frágil y mas pequeño del griego, el calor, su aroma y sus respiraciones que se aceleraban con cada caricia.

-Ah-nh... -Gimió entrecortado cuando notó la lengua contraria penetrar en su boca.
Su cuerpo tembló ligeramente con el contacto entre ambas lenguas. Era húmedo, y aún así, le gustó. Fregó despacio su lengua en la contraria por volver a encontrar esa sensación, mientras sus dedos nerviosos acariciaban el cuello contrario para masajear con apenas un roce la nuca del mayor.
Los músculos del griego se tensaron ligeramente cuando notó las manos contrarias, un tanto frías, colarse bajo las telas finas del pijama, pasando sus manos por el pecho contrario con éxtasis.

Su llegada a Crusaders, aunque reciente, le había producido cierto temor y respeto a algunos de sus alumnos. Algunos parecían un tanto violentos, demasiado seguros de sí mismos para con sus poderes, llegando a montar una determinada jerarquía. Ian, tal vez, estaba entre ellos. Sin embargo, el paso por Camerún, más que despertarle temor, le trajo curiosidad. Una curiosidad que le hacía querer acercársele por muchas malas miradas que el otro pudiera echarle.
Sin embargo, eso se le escapaba un tanto de las manos. ¿Debía seguir con aquello? Su lado más racional le decía que se apartara enseguida, que simulase que no había pasado nada, o incluso fingir que le había entrado el sueño misteriosamente profundo de entonces.
Pero tampoco quería eso.

Jadeó relamiendo los labios contrarios cuando se separaron de los suyos, con falta de aire, ladeando su rostro sintiendo el frío que dejaba tras su paso por el cuello, percatándose entonces cuando se encontraba ardiendo. Atrapó el lóbulo de la oreja contraria, notando algún que otro pendiente, tirando con suavidad con sus dentes poco antes de dibujar el contorno con su lengua.
-¡Ngh! -Apretó sus labios mientras alzaba su barbilla con cada palpitación en su cuello, acabando en aquél mordisco que le hizo escapar su voz en un estremecimiento bajo las manos contrarias.
Y sus dedos, aventurándose bajo la camisa contraria, explorando el desconocido terreno.

Dijera lo que dijera aquél lado racional, otra parte de su cabeza le decía que hiciera todo lo contrario. Y le estaba haciendo caso.

Mantenía su respiración agitada, sentía un leve calor en su rostro que era mínimo si lo comparaba con la temperatura elevada en su anatomía que era recorrida por suaves estremecimientos al sentir los dedos del menor acariciando su nuca.
Su piel se erizaba por completo, el tacto de sus dedos no eran suficientes para grabar cada milímetro de la deliciosa piel del griego.

Un escalofrió recorrió su columna al sentir la suave mordida y el lameton en su oído, dejo escapar un gemido en voz ronca, bajando su lengua por su cuello hasta llegar al punto donde se unía con el hombro, lamiendo con delicadeza aquel lugar antes de morderlo con firmeza mientras sus dedos frotaban suavemente sus rosados pezones, pegando su cuerpo a la frágil anatomía de Nathan.

Se dejaba guiar por el puro instinto y el deseo que se apoderaba de cada fibra de su ser, su razón se mantenía callada y seguramente si le dijera algo seria que siguiera devorando el cuerpo, la piel que se exponía delante de el.
La temperatura del ambiente se elevaba con cada segundo, sofocando aun mas su respiración que se encontraba agitada mientras su corazón golpeaba con fuerza dentro de su pecho.

No podía y no quería contenerse aun mas, termino por sacarle la parte de arriba de la pijama, con desesperación, afilando su mirada que reflejaba puro deseo mientras repasaba con la vista su torso desnudo. Cerro los ojos, dejando escapar un suspiro mientras esos dedos acariciaban debajo de su ropa.
-...No te muevas -ordeno con la voz baja y ronca mientras le tomaba por la cintura, acostándole boca arriba sobre el sofá, acomodándose encima del griego.

Sus manos se colocaron encima de sus muslos internos, acariciándolos con suavidad por encima de la ropa, se inclino lentamente, dejando que sus labios recorrieran sus blancos y perfectos hombros, delineando su clavícula con la lengua sin detener el movimiento de sus dedos sobre aquella zona tan sensible al mismo tiempo que presionaba sus caderas, ahogando un jadeo en un murmullo.

Ese niño tenia algo, le dejaba una mezcla extraña de emociones o sentimientos, le desesperaba, le confundía, le enojaba y al mismo tiempo le provocaba algo parecido a la ternura, le relajaba. Pero no quería caer en ese juego de atracción, solo quería complacer el deseo de momento, solo eso, intentaba hacerse creer.

Se arqueó tremulosamente. Sus pezones se erizaban bajo el friegue de los dedos contrarios, así como él subía sus manos.
El cuerpo del sudafricano se sentía firme, fibrado, fuerte. Quería memorizar cada tramo, cada rincón, pasando la punta de su nariz por el cuello contrario. Ian olía terriblemente bien. Dio un suave lametón, rozándole poco después con sus dientes.
Entonces fue cuando le escuchó hablar. Entreabrió sus ojos observándole. Bajó un poco su barbilla al quedarse sin la camisa de su pijama, alzando su vista a los ojos contrarios. Estaba atrapado bajo él, respirando al mismo ritmo. Y tontamente, no pudo evitar una suave sonrisa en sus labios.
Se distrajo abriéndole la camisa botón a botón, respirando entrecortado. Había alzado levemente las piernas ante la presión de los dedos contrarios, descubriéndose como su cuerpo reaccionaba a las atenciones contrarias.
Suspiró estirando su cuello para alcanzar el otro, haciéndole alguna que otra marca mientras con sus dedos deslizaba la prenda por los hombros contrarios.

Cada centímetro de su piel se erizaba con las deliciosas y tímidas caricias del griego, un suave y placentero calambre en su columna le hacia suspirar mientras la ansiedad bullía en el interior de su vientre bajo, donde toda la sangre caliente se concentraba, provocando una dolorosa, por el momento, erección que aunque en ese momento le incomodaba sabia que después lo disfrutaría enormemente.
Se dejo desnudar por Nathan, sorprendiendo de la lentitud y ternura de sus movimientos, ayudo lo suficiente para terminar de quitarse la camisa.

El solo imaginar como aquel hermoso y, aparentemente, frágil cuerpo le recibiría le hacia temblar de excitación.
Bajaba sus labios por su torso desnudo hasta que atrapo entre sus dientes uno de sus pezones, frotándolo un poco, moviendo su lengua en círculos sobre el para luego cubrirlo con su boca, succionando con fuerza mientras sus dedos pellizcaban con suavidad el interior de sus muslos.

Abrió con cuidado sus piernas, acomodándose entre ellas, presionando sus caderas con firmeza, rozando sus entrepiernas simulando las embestidas mientras dejaba salir un gruñido placentero. Sus labios recorrieron su pecho hasta ir directo hasta el otro pezón para darle el mismo trato que el anterior sin dejar de mover sus caderas creando una deliciosa fricción entre ambos.

¿Que tenia ese enano que hacia que perdiera el control de esa manera? Ian se preguntaba eso una y otra vez mientras su cuerpo le pedía mas y mas de Nathan, ese pensamiento permanecía en el sudafricano mientras sus labios bajaban por su torso desnudo, lamiendo la piel, succionando con fuerza algunos lugares, dejando marcas rojizas.
-...Jy is mooi...-murmuro con voz ronca llegando con sus labios hasta su ombligo, soplando en la piel ajena con lentitud -...katjie...-dijo en voz baja, hundiendo su lengua en el pequeño agujero, moviendo el apéndice y humedeciendo aquel lugar.

Necesitaba mas del menor, necesitaba marcarlo como suyo y que todo el mundo supiera que era su propiedad y de nadie mas, saber que solo su aroma y su esencia quedaría grabada en el cuerpo y en la memoria del peliverde.
Su lengua siguió bajando por la imperceptible linea del vello llegando hasta el elástico del pantalón de la pijama que formaba un impedimento, tomándolo con sus manos mientras empezaba a bajarlo poco a poco.