Beat, Beat, Hit, Destroy!! (Libre)

Apenas habían pasado días.

En el manto oscuro de sus párpados, podía rememorar el edificio de la academia Crusaders, dibujándose como una acuarela monocroma. Alta, imponente y oscura bajo las luces de la mañana de lo que era un día de plomo y lluvia.
Seth había observado con su único ojo descubierto el aspecto de aquél lugar, mientras el agua repicaba con fuerza indescriptible en su capucha negra. Miró atrás, viendo las maletas en la acera y el coche empezando a alejarse con velocidad. Y entonces lo entendió bien.
-...¡¡¡Cabrón!!! -Corrió hasta el medio de la carretera, con los puños bien apretados y empezó a correr, dando un chasquido con la lengua. Gritar, golpear, destruir, dejar escaparlo todo. La sangre y la adrenalina se le mezclarían dejando Nitroglicerina, y de alguna forma u otra, explotar. Él, y el objeto de la ira y odio de aquél momento.
Hasta que lo tomaron a rastras dentro de la escuela, o internado, o cárcel. Todo dependía a cómo lo viera.
Parpadeó volviendo a la realidad, encontrándose en el campo de entrenamiento. Suspiró por enésima vez, con un bufido, mientras daba unos pasos nerviosos. Igual que una fiera en una jaula.

Golpeó con fuerza una roca, dejando grietas en ella. Sin embargo, la furia se le acumulaba. Recordar además el que, tras la última expulsión, sus padres, alentados por el que era su progenitor, lo decidieran internar y marchar lejos. Lejos del problema, de la bomba de relojería, del nacimiento a tantas multas y denuncias, el mismo Seth. No, definitivamente recordar aquello no le ayudaba mucho.
Eso y el hecho que no era lo mismo que golpear una piedra que dar una soberana paliza a unos pandilleros, una banda o meterse dentro de un meollo para sacar de él una situación que le lograse llevar a las manos.
-Mierda -Espetó otra vez.

Crujió sus nudillos en un movimiento lento cuando escuchó entonces tras él una voz. Arrugó la nariz, como hacía cada vez que oía una expresión parecida.
Claro, no era la primera vez. La había oído salir de sus padres, de profesores, directores, compañeros de clase, matones que luego no resultaban ser más que lloricas, de algún psicólogo y finalmente de Desmond, aquél pobre diablo al que casi le había destrozado el gimnasio en cinco ocasiones.
Rodó sus ojos hasta girarse hacia donde había provenido la voz, cruzandose de brazos.
Y a lo lejos, divisó una chica que se escondía. Afiló su mirada de forma envenenada, analizándola. Y no hizo mucho más, puesto que no le resultaba amenazadora en absoluto y eso también implicaba que tampoco fuera un enemigo digno.
-...Te diviertes? -Cuestionó alzando una ceja.

-Todos tenemos poderes, es una cárcel para anormales al fin y al cabo -Respondió tajante.
Por un momento pensó que esa chica, esa tal Guiletta, había sido una humana de a pie que había logrado colarse en el centro. Pero al parecer, era otra alumna. Rodó sus ojos en el aire.
"¿A qué las alimentan?" Pensó con cierta frustración. Desde que había entrado, había visto varias chicas rondando por la escuela, pero todas se veían, a su ver, unas mojigatas, chicas que solo se miran en el espejo, hablan de estupideces y tan débiles como un simple hierbajo.
¿No podían haber mujeres de acción? Al parecer, sólo estaba la directora. Y no resultaba un consuelo.
Bajó su mirada a la mano contraria.
-Soy Seth. Y no tengo porqué estrecharte la mano... -Sonrió con cierta altanería- a no ser que quieras que te la rompa

Giulietta frunció un poquito el ceño pero no apartó la mano. No terminaba de gustarle el tono que tenía y lo de la cárcel para anormales.
Ellos no eran anormales, ellos eran especiales. Por eso estaban en ese sitio. No es como si los tuviesen aislados del resto del mundo.
Aunque sí que era verdad que quizá sus padres habían reaccionado de una forma algo rara cuando el dedo roto se le había curado en tan poco tiempo. Tan alegres y emocionados.
Bueno, bueno, daba igual.

Sólo se decidió a apartar la mano cuando amenazó con rompérsela. Quizá sí que estaba algo molesto por que hubiese ido a verle sin que él lo supiera, después de todo...
De todas formas decidió seguir sonriendo.
-Seth entonces- dijo-. Pero lo de la mano no me gusta. Quiero decir, se me curaría rápido, que por algo estoy aquí, pero duele cuando te lo hacen.
Normalmente funcionaba lo de dejar caer qué era capaz de hacer ella.